En Noviembre la sociedad tendrá la gran oportunidad de inmunizarse en contra el neoliberalismo

Por Hugo de Torres / Fm La Torre 

Con la convocatoria a concurrir a sacar turno para después vacunarse a ciudadanos mayores de 18 sin comorbilidades, el gobierno provincial completa el círculo de cuidado e inmunización de casi la totalidad de la población, a excepción de los menores de esa edad, para quienes el país aún no cuenta con vacunas, aunque se están gestionando a través de la modificación de la ley de vacunas sancionada el año pasado.

Este hecho, dado a conocer por el gobernador Ricardo Quintela a través de la red social twiter y que ya está en marcha desde el ayer, sábado, consolida una política pública de protección de los ciudadanos sin precedentes, de cara al apremio de lograr en los próximos meses un escudo frente a las nuevas cepas que están circulando en más de un centenar de países del mundo y que amenazan con prolongar la pandemia por muchos meses más.

Lo cierto es que –y también con hechos contrastables por toda la población– fue necesaria la creación de otro escudo en la provincia en contra de la sistemática y maliciosa tergiversación de la realidad por parte de medios y fuerzas políticas opositoras que, con total desprecio de la salud de la población, tiene como único objetivo el fracaso de la política sanitaria y de cualquier otra que encare los gobiernos nacional y provincial.

A la primera sensación de indignación que pudo haber producido este tipo de actitudes, le siguió un sentimiento de tristeza al comprobar la claudicante actitud de un frente conformado por varios partidos políticos, uno de ellos centenario y con una trayectoria política que definió a la formación del país desde el siglo XIX y que fue el antecesor del Peronismo en materia de lucha por los derechos de vastos sectores de la población frente a una oligarquía que se repartió el país. Nos referimos a la UCR.

Es que este frente, a pesar de contar con el apoyo de la embajada de los Estados Unidos, los medios hegemónicos, un importante sector del empresariado y “El Campo”, así como con buena parte del más retrógrado de los poderes del Estado, el poder Judicial, está atravesado por internas que provienen de no haber digerido la derrota en primera vuelta y luego de un solo período de gobierno, (dos circunstancias inéditas en la política argentina) en las elecciones presidenciales de 2019. 

Esta y otras circunstancias, como haber puesto todas las fichas en el fracaso de la política sanitaria frente a la pandemia, que, no tenemos dudas, será un importantísimo activo político para los gobiernos nacional y provincial a poco tiempo de las elecciones, hacen que comience a visualizar una contundente derrota en las elecciones de noviembre próximo

Desesperado y carente de una estructuración discursiva, JxC quema las naves en la profundización de aquello que es lo único que sabe hacer: proyectar su inutilidad sobre otros, acusar de todos los males al gobierno, estigmatizar y degradar la reputación de políticos, dirigentes, actores o ciudadanos con alguna relevancia en los medios que hayan manifestado adhesión al gobierno, al peronismo y al progresismo en general. Y por último, amedrentar a la población con toda clase de catástrofes, que repiten a coro en todos sus medios durante todo el día. No hay más. No hay orden, no hay dirigentes relevantes, no hay discusión política y si se manifiesta algo parecido, lo hacen a través del periodismo “independiente” que son jugadores de JXC sin camisetas.

Quiere decir que el peronismo, además de administrar, de gobernar, de hacer frente a una tragedia mundial e inédita como la pandemia y de hacerse cargo de la deuda social, económica (interna y externa) dejada por el gobierno anterior, también debe hacer frente al lastre para el desarrollo de la actividad política en el país, en el que se ha convertido JxC en su rol de oposición, tras haber incursionado en prácticas que no son solo incompatibles con la política sino también con la ética, ya que importa poco si es verdad lo que se difunde o no, si perjudica a la población o no, solo se requiere que sea útil para tumbar al gobierno.

Durante poco tiempo de gestión, el gobierno provincial de Ricardo Quintela, absolutamente alineado con el gobierno de Alberto Fernández, demostró una capacidad de gestión que no tuvo ninguno de los gobiernos peronistas que lo antecedieron. 

A pesar de la pandemia y del combate cotidiano contra el desaliento, el descrédito y la difusión del “gataflorismo” político de la oposición, que también insume buena parte de las energías, el gobierno provincial ha sabido contener económicamente a la población perjudicada por la pandemia, iluminar los sectores más pobres, normalmente invisibilizados, para acudir en su auxilio, redistribuir los recursos para general igualdad de oportunidades a los estudiantes, a los jóvenes que se incorporan al mundo del trabajo, se avanzó enormemente en materia de género, se revitalizó el Parque Industrial con la oportunidad de crear un polo textil, sin perjuicio de incorporar otras actividades industriales, se gestionó la instalación de fábricas y empresas en el interior para cumplir con un precepto propio del gobierno que es el federalismo. Se amplió la red de conectividad en la provincia, se avanza en obras viales y se aplican políticas públicas nacionales como la tarjeta alimentar que garantizan la alimentación de los chicos de escasos recursos, se incorporan a planta casi cotidianamente a trabajadores de la APP que hace años que esperaban ese reconocimiento. También se consolidan los servicios de la obra social provincial y se ha fortalecido el sistema sanitario de la provincia.

No bien comiencen a bajar los niveles de incertidumbre y la población comience a recuperar su vida cotidiana, seguramente se hará una valoración colectiva del esfuerzo, del rumbo, de la responsabilidad con la que se encaró este enorme desafío y, seguramente, como corresponde, el peronismo llegará a tiempo para que en noviembre contribuya a generar los anticuerpos políticos que demanda la sociedad para evitar una catástrofe como la que vivimos los argentinos durante cuatro años a partir de finales del 2015.