Tal cual estaba prevista, el procedimiento se realizó en la siesta del Jueves Santo.
Con devoción, el pueblo capitalino acompañó a la entronización del “Cristo del Calvario”.
La peregrinación comenzó en Avenida Perón y siguió el recorrido de la tradicional procesión de San Francisco. La obra fue realizada por el artista, Nicolas Da Silva (creador también del cristo de la hermandad) bajo la consigna “Dios se hizo hombre para salvar al mundo “
El Fray Jorge Lescano realizó una bendición del Cristo, en el paso que tuvo por las calles de la Ciudad, mientras que los feligreses saludaban y acompañaron la caravana, que concluyó en Circunvalación y San Francisco, donde se procedió a la entronización.
Esto se enmarca dentro de las acciones que se realizan por la Semana Santa, que se inició con la Misa Crismal del miércoles. En su homilía el obispo Dante Braida dijo: “como todo creyente y especialmente como sacerdotes tenemos que seguir creciendo en nuestra vida orante pero, además, tenemos que ayudar a que cada comunidad, cada parroquia sean escuelas de oración para acompañar al pueblo en esta esencial dimensión de la vida cristiana.
Los invito y aliento encarecidamente a ser creativos en este sentido”.
“Jesús se reconoce ungido por el Espíritu Santo y, a la vez, enviado a “llevar una Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos…”. Tiene una misión de misericordia para con una humanidad pobre y necesitada en muchos aspectos. Por tanto el Espíritu que nos conduce a escuchar a Dios en la Oración es el mismo que nos conduce a escuchar la voz de Dios en cada persona, sobre todo en los pobres y necesitados”; aseveró.
“Los índices de pobreza de nuestro país nos revelan muchas necesidades no solo materiales, sino también morales. La inequidad en que vivimos es escandalosa, la acumulación de riquezas cuando muchos sufren nos interpela. La afectación de la salud mental pos pandemia es evidente. Atender tantas necesidades requiere pastores dispuestos a la escucha atenta y solícita pero no solitaria o aislada. Necesitamos comunidades que, junto con sus pastores, escuchan y disciernen la realidad, que buscan juntos soluciones adecuadas para cada situación teniendo en cuenta los carismas de cada uno”, confesó.
“Queridos hermanos, pero no solo tenemos que ver y atender las pobrezas en los demás. También tenemos que asumir nuestras propias pobrezas y limitaciones que también cargamos muchas veces con gran dolor, asumir las heridas que nos han marcado y los sufrimientos que nos pesan. No somos ‘superhombres’ ni tenemos que parecerlo. Somos también personas necesitadas de ayuda, de Dios y de los demás. Necesitadas de la indispensable ayuda fraterna de nuestros hermanos sacerdotes. Somos destinatarios de la misericordia que llega a nosotros de un modo directo de Dios y también de un modo concreto a través de nuestros hermanos”, explicó.