“Que sea un tiempo de profunda reflexión sobre cómo estamos y cómo queremos vivir”, dijo Monseñor Dante Braida.
Con el Domingo de Ramos se inició la Semana Santa, que tendrá su punto cúlmine el próximo viernes en el Señor de la Peña, con la Santa Misa y la presencia del obispo de La Rioja, Monseñor Dante Braida. En este sentido, el representante de la Diócesis de La Rioja dio el mensaje por el Domingo de Ramos, que lo enmarcó como “la alegría del pueblo que recibe a Jesús en Jerusalén y por el sufrimiento de Jesús en su pasión, dejándonos un claro ejemplo de humildad y amor extremo”.
“Hay una alegría en el pueblo porque el que llega viene de haber manifestado de muchas maneras su amor a las personas, haciendo el bien siempre: sanando, perdonando, enseñando, con gestos de cercanía y bondad permanente para con todos. Jesús asume ese momento de algarabía con la mayor humildad. Es un Rey que viene a la gran Ciudad montado en un asno rodeado del pueblo alegre y esperanzado. Viene a instaurar su Reino de amor, de justicia y de verdadera paz”, informó.
“Hoy Jesús nos invita a ser parte de ese Reino y a recibirlo nuevamente con alegría dejándonos tocar por su amor de un modo más profundo y, a su vez, asumiendo la misión de compartir ese amor con todas las personas a cada instante de nuestras vidas. Si nos ponemos en la dinámica de ese amor el
Señor nos colma rápidamente con su alegría y su paz”, agregó.
“Sin embargo esa alegría se teñirá de sangre cuando el mismo pueblo, alentado por sus dirigentes, pide su muerte. No se puede tolerar tanto bien, tanto amor incondicional, tanta verdad manifestada. Pero esa es la misión de Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo uno de nosotros para expresarnos humanamente el amor de Dios. Lo hizo de muchas maneras, como ya mencionamos, pero sobre todo sufriendo pacíficamente un juicio y una condena injustos, acepando incluso la
misma muerte en la cruz. “Padre, si es posible que pase de mi este cáliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” había expresado en su angustiosa oración en Getsemaní”, subrayó.
“Jesús asume su vocación de amar y servir haciendo el bien siempre, aunque por ello tenga que sufrir y dar su vida. De ese modo nos indica un camino de Vida plena para todos. Solo se alcanza la plenitud de la vida en la medida que asumimos la misión y las responsabilidades que nos tocan, con un profundo amor que nos lleva a deprendernos de nosotros mismos y de todo interés egoísta, para darnos a los demás buscando su bien, su crecimiento y su desarrollo”, señaló.
También citó la Palabra de Dios en la primera carta de Pedro: ““Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal”. “ Queridos hermanos y hermanas es vital que nos dejemos llenar por la presencia de este Dios que nos ama tanto, hasta sufrir por nosotros. Así mismo es vital que nos dispongamos a aceptar y asumir todo sufrimiento que nos viene por buscar y hacer el bien”, apuntó.
“Esta actitud es posible solo desde un vínculo cada día más cercano con Dios, es posible si caminamos junto a otros y si vivimos con un compromiso cada vez mayor nuestras responsabilidades cotidianas”, ahondó.
“Quien ha recibido la vocación de formar una familia tiene la responsabilidad de amar a los suyos y asumir el sufrimiento que implica el crecimiento de todos sus miembros. Quien recibe la misión de ser ministro o consagrado en la Iglesia, debe ser una persona que se deja amar profundamente por Dios para amar a todas las personas con quienes comparte la vida y sobre todo a los que son menos amados y cuidados en la sociedad”, aseveró.
“Quien es llamado a ser dirigente social o político tiene que manifestar este amor de Dios en una entrega incondicional buscando el bien común de todo el pueblo, asumiendo el sufrimiento por llevar adelante honestamente su misión, ocupándose de velar por el respeto de los derechos de todos especialmente de los más vulnerables”, remarcó.
“Asimismo, seguir el camino de amor y cruz que nos indica Jesús, nos tiene que llevar a enfrentar los problemas que afectan hondamente a nuestra sociedad. En este sentido días atrás manifestábamos nuestro más profundo deseo de que todos los sectores implicados, especialmente los gremiales y gubernamentales, puedan poner lo mejor de sí para superar los problemas que aquejan al ámbito de la salud y la educación. Decíamos: “es preciso poner en el centro de la escena
a los sin voz en este conflicto y a los más afectados por las consecuencias que se desprenden de él: los más frágiles de la sociedad, nuestros niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos que acuden a los establecimientos educativos”, profundizó.
“También las familias, las Iglesias, las instituciones intermedias tenemos que involucrarnos por superar este y tantos otros dramas que nos afectan. Siempre hay
una salida cuando los corazones y las voluntades se dejan guiar por los valores supremos del amor y la justicia. Confiamos profundamente en las reservas de valores morales que hay en cada ciudadano y cada dirigente de nuestra sociedad.
“Creemos y confiamos en un Dios, que en la Persona de Cristo crucificado por amor nos señala un norte claro y preciso. No solo lo señala sino que se compromete y camina con nosotros cuando nos disponemos a seguir sus pasos. Que esta Semana Santa sea un tiempo para volver decididamente nuestra mirada en Jesús, el Dios humilde, que ama tan incondicionalmente, que sufre y da la vida movido por ese amor. Que sea un tiempo de profunda reflexión sobre cómo estamos y cómo queremos vivir. Que sea un tiempo para considerar lo que tenemos que cambiar, convertirnos, y lo que tenemos para aportar más generosamente al medio en que vivimos”, concluyó.