En medio de las últimas denuncias de injerencia china en los asuntos internos del país norteamericano, el primer ministro Justin Trudeau advirtió que su Gobierno no se dejará “intimidar” por Beijing.
Las tensiones entre China y Occidente se vienen gestando desde hace años. Las partes ya no ocultan sus pronunciadas diferencias, y cada una trabaja para contrarrestar la influencia de la otra. Aunque Estados Unidos es el principal adversario geopolítico de Beijing, no es la única nación que le hace frente al apetito supremacista chino. Canadá, histórico socio y aliado de Washington, también se ubica en la lista de naciones que alertan sobre el peligro que representa el crecimiento chino a nivel global.
Desde el año 2018 las relaciones entre China y Canadá se encuentran en uno de los peores momentos de su historia.
El 1 de diciembre de ese año Meng Wanzhou, hija del fundador de la empresa tecnológica china Huawei, fue detenida durante una escala en Vancouver. El caso provocó una profunda crisis diplomática entre Canadá, China y Estados Unidos.
La ejecutiva china había sido detenida por una orden internacional, acusada de fraude bancario y electrónico, en respuesta a un pedido de Estados Unidos, que además solicitó a la justicia canadiense su extradición.
Meng, que se desempeñaba en Huawei como directora financiera, fue acusada por Estados Unidos de haber mentido al banco HSBC respecto a la relación del gigante tecnológico con Skycom, una compañía señalada por negociar con Irán para venderle equipos de comunicación, violando las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen teocrático.
Pagó una fianza millonaria para evitar ser extraditada a Estados Unidos, pero debió cumplir tres años de arresto domiciliario en Canadá. Tras cumplir la condena en 2021, regresó a China.
El caso quedó cerrado luego de haber llegado a un acuerdo con el Departamento de Justicia norteamericano, en el que reconoció haber incurrido en irregularidades en sus declaraciones al banco HSBC. Luego, la fiscalía de Estados Unidos retiró los cargos.
Pero el caso dejó cicatrices y unas relaciones absolutamente diezmadas entre China y Canadá.
La temperatura volvió a aumentar el año pasado luego de que fuentes de la Inteligencia canadiense informaran al gobierno de Justin Trudeau sobre la interferencia del régimen de Xi Jinping en las campañas electorales de 2019 y 2021. Según lo descubierto por los agentes canadiense, Beijing habría logrado infiltrar asesores chinos para las campañas de algunos candidatos, al tiempo que habría realizado donaciones a oficinas de campaña de varios diputados.
Tras analizar la información de inteligencia, Trudeau acusó al régimen chino de “interferir de forma agresiva” en los procesos electorales de Canadá: “Tomamos medidas significativas para reforzar la integridad de nuestros procesos electorales y seguiremos invirtiendo en la lucha contra las injerencias, contra las interferencias extranjeras en nuestra democracia e instituciones (…) Desafortunadamente vemos cómo algunos países y actores estatales, ya sea China u otros, siguen jugando agresivamente con nuestras democracias”.
China, no obstante, negó tales acusaciones.
El tema fue abordado en noviembre del año pasado durante una reunión privada entre Trudeau y Xi Jinping en el marco de la cumbre del G20 en Bali. El primer diálogo cara a cara entre los dos líderes desde 2019. El primer ministro canadiense declaró ante la prensa que había tratado el tema con el presidente chino. Sin embargo, esto molestó al líder del Partido Comunista Chino (PCC) y se produjo un tenso -e inusual- cruce durante la cumbre en la isla asiática.
El momento quedó grabado por los periodistas que estaban cubriendo el foro. Xi Jinping, por medio de un traductor, le dijo a Trudeau que fue inapropiado y lo acusó de falta de “sinceridad”. “Todo lo que hemos discutido ha sido filtrado a los periódicos y eso no es apropiado”, le dijo el mandatario chino en mandarín a su homólogo.
Luego de escuchar con atención, Trudeau le respondió: “En Canadá creemos en un diálogo franco y abierto y eso es lo que continuaremos teniendo. Continuaremos buscando trabajar constructivamente juntos, pero habrá cosas en las que estaremos en desacuerdo”.
Xi lo interrumpió y le dijo que primero “creara las condiciones”. Acto seguido, le dio la mano y se retiró.
Desde esa tensa situación pasaron casi seis meses, y China y Canadá vuelven a estar en el centro de la escena internacional.
Esta semana el gobierno de Trudeau expulsó al diplomático chino en Ottawa, Zhao Wei, por supuestamente interferir en los asuntos internos del país norteamericano.
Las autoridades adoptaron esa medida a raíz de las denuncias de que los servicios de inteligencia chinos habían planeado sancionar al diputado Michael Chong y a sus familiares en Hong Kong por encabezar una moción que condena las violaciones a los derechos humanos perpetradas por China en la región de Xinjiang contra la minoría uigur, y que califica de genocidio.
Medios de comunicación canadienses informaron que, según lo hallado por la inteligencia, Zhao estuvo implicado en el intento de localización de familiares de Chong que presuntamente viven en Hong Kong.
La respuesta por parte de Beijing no se hizo esperar, y este martes anunció que expulsará a la cónsul canadiense del Consulado General de Canadá en Shanghái.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino declaró a la diplomática canadiense Jennifer Lynn Lalon de “persona non grata” y le dio un plazo de cinco días para salir del país.
La Cancillería del gigante asiático, además, advirtió que se reserva el derecho de tomar otras medidas.
Por su parte, la Policía Montada canadiense informó recientemente que está “investigando de forma activa” la supuesta existencia en el país de “comisarías de Policía” chinas, utilizadas por agentes encubiertos para monitorear todos los movimientos de los ciudadanos canadienses de origen chino: “No se tolerará esta o cualquier otro tipo de intimidación, acoso o ataque de las comunidades o individuos de la diáspora en Canadá”.
Estos últimos casos resienten aún más las ya debilitadas relaciones diplomáticas entre Beijing y Ottawa. No está claro cuáles serán los próximos pasos de las dos partes. Por lo pronto, a finales de mes Trudeau recibirá una recomendación de un relator especial sobre si las acusaciones de interferencia china en las elecciones de 2019 y 2021 justifican una investigación pública.
El primer ministro canadiense adelantó que, independientemente de las próximas decisiones, su Gobierno no se dejará “intimidar” por China. “Decidimos que teníamos que avanzar de forma responsable para enviar un mensaje muy claro de que no aceptaremos injerencias extranjeras y que, sean cuales sean las próximas decisiones que tomen, no nos dejaremos intimidar”, declaró luego de que Beijing acusara a su Gobierno de tratar de “sabotear” las relaciones bilaterales