El “Changuito” nació en Santiago del Estero, lo descubrió un cazador de talentos y se formó en una escuelita de un excampeón de América. El amor por su mamá y el consejo de su papá que recuerda cada vez que entra a la cancha.
El Changuito Zeballos se llama Oscar Exequiel. Oscar como su papá y Exequiel por su mamá, Lissy, quien gustaba de ese nombre. Los tres forman una familia que hizo de la unión un mandamiento y en ese núcleo creció el delantero de apenas 20 años que fue la figura en el triunfo de Boca ante Tigre en la Liga Profesional y que le recuerda a Sebastián Battaglia que está listo, que tiene el gen auriazul para ser definitivamente grande.
Exequiel nació el 24 de abril de 2002 en La Banda, Santiago del Estero, una ciudad que está a unos 1100 kilómetros de Buenos Aires. Fue su papá el que le transmitió el amor por el fútbol y René “Pinino” Ruiz quien le transmitió los conceptos en sus primeros años de formación. “Desde los cinco años que lo tuve en mi escuela. Es un crack que supo explotar en su momento y tiene mucho más para dar”, dijo el exfutbolista que dirige la Escuelita de Fútbol del Club Sarmiento de Santiago del Estero.
Pinino Ruiz sabe de qupe se trata la carrera de futbolista. Salió de Sarmiento de La Banda, jugó en Independiente (entre 1983 y 1984, tiempo en el que fue campeón de la Copa Libertadores), Juventud Antoniana de Salta, San Lorenzo, Central Córdoba, Lanús y Tigre, entre otros, hasta que en 1993 le puso fin a su carrera profesional para pasar a ser formador.
El Changuito Zeballos es uno de los tantos talentos que pasaron por su escuela y esto le provoca orgullo: “Uno le ha enseñado desde chico, fundamentalmente, la disciplina, la conducta deportiva en lo que siempre he hecho hincapié. Después, las condiciones deportivas, físicas, todos lo aportamos. Exequiel tiene su humildad, su forma de ser, que eso también me hace sentir muy feliz. Es un chico muy educado. En este momento por el que él está pasando también hay que tener una cierta cordura, un cierto equilibrio. Exequiel está muy bien encaminado por su papá (Oscar Zeballos), su familia, que eso es muy importante en la vida de un jugador”, destacó en una entrevista con el diario El Liberal.
Y fue justamente su papá, Oscar, quien contó cómo fue el hilo de unió a su hijo con Boca. “A Exequiel lo vio Diego Mazzilli, un captador de talentos, en un torneo que se llamaba Sueño Celeste, que organizaba Atlético Rafaela, allá por agosto de 2013. En ese momento estaba jugando prestado a la escuelita de fútbol Jorge Donis y bueno, le propusieron ir durante cuatro días a La Candela”.
Sobre aquella experiencia, Oscar Zeballos recordó: “No nos dijeron nada en ese momento y solo le dieron un papel para que presente en el colegio para justificar las faltas. Meses después me vuelven a llamar para que lo lleve de nuevo y lo terminan fichando para la categoría de infantiles”.
De la alegría del llamado de Boca al sacrificio del Changuito: 2200 kms. para jugar 15 minutos
Exequiel tenía 11 años cuando Boca le abrió las puertas de sus categorías formativas, aunque sin garantía de permanencia, por lo que el chico desandaba con sus padres los casi 1100 kilómetros que hay entre La Banda y Buenos Aires, muchas veces para jugar 15 minutos o nada, como lo contó su papá.
“Después de la primera vez que lo vieron y le pidieron que vuelva, nosotros teníamos que regresar a nuestra ciudad y esperar cada vez que el club lo convocara para cada partido. Así estuvimos un año más o menos, Nos llamaban y teníamos que hacer los 2200 km de ida y vuelta a Buenos Aires y muchas veces Exequiel solo jugaba 15 ó 20 minutos cuando tenía suerte. Nunca bajó los brazos y siempre fue optimista. En ese momento, todo lo pagábamos nosotros: el viaje en micro, el hotel y las comidas. Boca no nos daba nada”, relató Oscar Zeballos al diario Marca.
La difícil decisión de mudarse a Buenos Aires: de dormir con su mamá a la soledad de la pensión
El Changuito vivía su sueño. Jugaba en Boca, pero el sacrificio se hacía sentir. Cuando las citaciones comenzaron a ser habituales, la familia entendió que el chico no podía viajar tanto y entonces hubo que tomar una de las decisiones más difíciles. Que Exequiel dejara su casa, su barrio y provincia, para mudarse a la pensión de Boca en el año 2016. “Exequiel cada tanto dormía con su mamá cuando dejó todo para irse a la pensión. Fue duro”, recuerdan, pero sabían que el camino grande se hace también con grandes decisiones.
“Exequiel no sólo no jugaba en esa primera etapa, sino que tenía que aprovechar las pocas veces que lo ponían para ganarse que el club lo fichara fijo para sus categorías inferiores. ¿Sabes cuál era el premio? Ganarse que le pagaran la pensión y se quedara a vivir en Buenos Aires, cosa que lo logró con 13 años, pero el desarraigo le pegó duro. Extrañaba mucho a su mamá, imagínate que él aún dormía con ella antes de irse…”, contó el padre del delantero.
El día que Zeballos se convirtió en ejemplo
El chico estaba decidido. Quería quedarse en Boca y lo demostraba, aunque para aquello sufrió y mucho, pero un día se convirtió en ejemplo. “Exequiel en los primeros tiempos casi siempre jugaba para el segundo equipo de la categoría y nunca protestaba. Una vez, después de que hiciera tres goles y su categoría remontara un 1-3 Claudio Vivas, que entonces era el encargado de los chicos en Boca, los reunió a todos y lo puso como ejemplo por el tesón de su trabajo y que siempre se superaba a pesar de que nunca jugaba en el equipo titular. A partir de ahí comenzó el crecimiento, llegaron los títulos y la primera convocatoria de Pablo Aimar para la Sub 15″.
Un Changuito de Selección
Así fue. La perseverancia pasó y a Exequiel Zeballos no solo le llegó su primer contrato profesional con Boca en diciembre de 2018, sino que fue citado para las distintas categorías formativas del seleccionado argentino Sub 15 y Sub 17, con los que además fue campeón sudamericano (y jugó el Mundial Sub 17 de Brasil 2019). Tal es la proyección que Exequiel Zeballos que tras su debut en Primera División el 29 de noviembre de 2020 ante Newell’s, Boca se lo aseguró hasta 2025.
Y es, además, un agradecido. “Mis padres hicieron un enorme sacrificio acompañándome a Buenos Aires”, suele recordar porque, claro, su presente es producto de su pasado y ahí emergen las figuras de Oscar y de Lissy. “Mi papá siempre me dice que entre a la cancha a divertirme, que es lo mejor que uno puede hacer”, es otro de los mantras que repite y luego del partido consagratorio ante Tigre, también habló de él: “Siempre me dijo que hay que agradecerle a Dios y trabajar fuerte”.