La convocatoria de esta semana tiene un volumen revolucionario más acorde al momento histórico de un magisterio que tras más de una década no deja de sacudir los pilares de la Iglesia.
Diez años después de haber lanzado su icónico «hagan lío» en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, el papa Francisco volvió esta semana a reunir multitudes en un país de lengua portuguesa y tuvo cinco días de actividades con convocatorias que superaron cualquier expectativa y durante las que llamó a los jóvenes reunidos en Lisboa a «cambiar el mundo» con inclusión y paz y preocupación por el ambiente.
Si su llamado a los jóvenes de 2013 era la invitación de Francisco a una rebeldía que iba en línea con los pasos iniciales de un pontificado rupturista en base a gestos de los primeros meses, la convocatoria de esta semana tiene un volumen revolucionario más acorde al momento histórico de un magisterio que tras más de una década no deja de sacudir los pilares de la Iglesia.
Así, si «hagan lío» era la llamada táctica a dar el primer paso, el «está bien que quieran cambiar el mundo» de este fin de semana es la hoja programática para un futuro en el que la juventud, dijo Francisco en Portugal, es la «esperanza» de un mundo mejor. Si diez años atrás los invitó a salir a navegar mar adentro en las aguas del cambio, esta semana les dio el mapa y la brújula de contenidos: paz, inclusión y respeto de la Tierra.
Y se vio entonces todo el despliegue discursivo de un Francisco en el que emergió el Jorge Bergoglio profesor de literatura con numerosas figuras retóricas y citas a autores clásicos y no tanto de las artes portuguesas.
«¡No sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!», clamó el Papa en su primer día en Lisboa, en donde en una suerte de fase superior del «hagan lío», pidió a los jóvenes que «busquen y arriesguen».
«Tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños», los animó apenas llegó a Portugal.
A partir de allí, fue en un in crescendo de contenidos con los que dar sustancia a ese pedido de valentía.
«La caridad es el origen y la meta del camino cristiano, y vuestra presencia, realidad concreta de ‘amor en acción’, nos ayuda a no olvidar la ruta, el sentido de lo que hacemos», planteó el jueves 3, por ejemplo.
En línea similar les habló luego a los universitarios, dándoles ejemplos de los temas con los que salir a hacer lío y arriesgarse, y los exhortó a hacer del mundo un lugar más justo e inclusivo.
Allí, los instó a asumir riesgos y a rechazar la tentación de perpetuar únicamente el statu quo, o lo que definió como el «sistema actual global de elitismo y desigualdad» , con una actitud de autoprotección.
«Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales. Necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad, necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual», agregó.
Más allá de los pedidos para que llenen de contenido esa búsqueda de un futuro mejor, el Papa fue claro también al hablar puertas adentro de la Iglesia al plantear una institución que, en ese camino, no excluya a nadie. Un guiño implícito a las diversidades que como quizás nunca antes se hacían presentes entre los jóvenes que por cientos de miles se movilizaron en los principales parques públicos de Lisboa. Y su mera presencia allí también es una victoria de Francisco, el Papa que más ha hecho para su inclusión.
Y fue en el Santuario de Fátima, un lugar convertido en historia viva del catolicismo como pocos, donde Francisco rezó por una Iglesia de «puertas abiertas» donde «todos puedan entrar» porque «una madre tiene el corazón abierto para todos sus hijos, todos, todos, todos, sin exclusión».
«La pequeña capilla en la que nos encontramos es una hermosa imagen de la Iglesia: acogedora, sin puertas, la Iglesia no tiene puertas, para que todos puedan entrar», dijo frente a los más de 200.000 peregrinos y jóvenes que lo acompañaban.
En el cierre de su visita, durante la misa que celebró este domingo, trazó una de sus clásicas aliteraciones con las que suele embellecer los textos de los Via Crucis y le dijo a más de un millón y medio de jóvenes que se reunieron en el Parque Tejo de Lisboa que «está bien que quieran cambiar el mundo, no tengan miedo».
Durante la homilía de este domingo, el Papa se dirigió a los jóvenes que durante toda la semana superaron las previsiones de las autoridades portuguesas y, parafraseando al pontífice polaco Juan Pablo II, los animó a que «no tengan miedo».
«A ustedes, jóvenes, que cultivan sueños grandes pero frecuentemente ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, jóvenes, que a veces piensan que no serán capaces, a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa», les habló de forma directa.
«A ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo y luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad, pero que les parece que no es suficiente, a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús les dice: No tengan miedo», señaló.
Tras once discursos, una década después de haber pedido a la juventud que se pusiera en movimiento con el recordado «hagan lío» para construir un mundo mejor, el Papa les dio ahora la brújula y el mapa para ese futuro: paz, inclusión y cuidado del ambiente. (Télam)