David English caminaba por debajo de las Torres Gemelas cuando sintió el impacto del segundo avión. En 2002 decidió mudarse a Mendoza y radicarse allí para siempre. “Este es mi lugar en el mundo”
Le costó el beso y el abrazo al saludar. No saber distinguir cuándo era uno, el otro, ambos o ninguno. Padeció el sistema impositivo y hasta hoy no entiende cómo un banco puede necesitar meses para abrir una cuenta.
Luego se enamoró de Mendoza. Del mate, el fernet, el cuarteto, Charly García y la torta de ricota. Aprendió que en la Argentina, a diferencia de Estados Unidos, el tiempo no es dinero y sí es saludable gastarlo en reuniones, familia, amigos, asados, siestas, ocio y procastinación.
David English, 52 años, nacido en Oklahoma City, pero con sentido de pertenencia en Nashville, estado de Tennessee, llegó al país en 2002 con el propósito de alejarse para siempre de las emociones y los sentimientos que acarreaba desde el 11 de septiembre de 2001, día en el que sobrevivió al atentado de las Torres Gemelas.
Esa mañana se despertó temprano, mucho más que de costumbre. Debía tomar el subte neoyorquino, caótico en hora pico, para llegar a su despacho a buscar un contrato. De ahí, con la carpeta en la mano, dirigirse a un edificio ubicado a metros de las Torres Gemelas para firmar un acuerdo con Citibank para implementar el sistema de wifi en sus oficinas.
“Estuve en el sótano unos 15 ó 20 minutos antes de que impacte el primer avión. Con los papeles en mano iba caminando por debajo de las Torres cuando explotó el segundo”, recordó David a TN.
Desde la calle vio el agujero, las llamas y el humo. Llamó a su padre para decirle que un avión había chocado contra las Torres, pero que él estaba bien. A su lado, una mujer lloraba desconsoladamente mientras hablaba con su marido, que yacía dentro de uno de los edificios sin saber qué estaba ocurriendo.
“Nunca me voy a olvidar de las lágrimas de esa mujer. Recuerdo que volví al subte y todos estaban en silencio. En ese momento no había señal de celular allí y ninguna de esas personas estaba enterada de lo que ocurría sobre sus cabezas”, expresó David.
“Vivía en un edificio a un kilómetro de allí, en el piso 17, con una vista espectacular en el sur de Manhattan. Ese día cambió la dirección de viento y todo ese humo tóxico vino para mi casa. No podía vivir. Literalmente me desmayaba, sin razón, en cualquier momento. Entonces decidí irme lo más lejos posible. Necesitaba el calor de una sociedad que se saluda con un beso y un abrazo”, reveló.
Su llegada a la Argentina
Su arribo al país ocurrió un año después de la tragedia. “Había estado en 1998, viajando durante seis meses entre Ushuaia y Buenos Aires, durmiendo en casas de familia. Allí me enamoré de la calidez de los argentinos”, contó.
Eligió Mendoza, un sitio desconocido para él y no explotado turísticamente como ocurre actualmente: “Sabía que tarde o temprano se iba a descubrir esta provincia hermosa e iban a venir. Tuve éxito acá, me he desarrollado a la par de Mendoza con inversiones y turismo extranjero. Me fue bien”.
David conoció a una argentina, se enamoró, comenzó una relación y fue padre de Benjamín, su mayor debilidad. Luego se separó. “Allá quedaron mi mamá y mi hermano. Con él vivía en Nueva York cuando sucedió todo. Él pudo establecerse y cumplió el sueño americano”, expresó.
“El anglosajón, cultura dominante en mi país, es estructurado. Promueve una sociedad conservadora, enfocado en el capitalismo, en ganar dinero. Acá el tiempo es sinónimo de relacionarse. Prevalece la idea de juntarse a comer un asado. O tomar mates y compartir la bombilla, algo que un estadounidense no haría porque es fóbico con los gérmenes y las enfermedades. Yo pude”, manifestó.
“Este es mi lugar en el mundo”
El hombre, con su perfecto español y su tonada descifrable, aseguró enfáticamente que “Argentina es uno de los mejores países del mundo. Rico en calidad humana, en costumbres que jamás van a modificarse. Ojo, tampoco lo malo: creo que siempre tendremos problemas con la inflación o con el tipo de cambio”, indicó.